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#AhoraSuena:

A mi padre.

¡Nadie dijo que iba a ser sencillo! –Vaya manera de ponerle a uno en la madre. Fueron las primeras palabras que pasaron por mi cabeza durante los créditos de El juez, de David Dobkin.

Esta vez seré muy breve, puesto que el filme me ha dejado sin argumentos para defender mi postura sobre las relaciones padre-hijo (además que las manos me tiemblan aún por el impacto y la rola de los créditos) Robert Downey Jr. es un exitoso abogado forjado a hierro y cuero; adiós Iron Man. Prostituye su consciencia de una manera que les dejaré de tarea cuando acudan al filme y se postra en una situación de desapego absoluto y confrontación de sus emociones reprimidas. Su padre, papelón de Robert Duvall, un viejo juez hermético y terco, enfrenta un proceso de duelo por la muerte de su esposa y por cáncer terminal.

¿Sinopsis?, nel, les cuento el breve porque me cae que no hay perdón de Dios si se pierden esta cinta. Recomiendo que si van por la vida cargando rencores contra su padre, con ecos de abandono, con distanciamiento familiar, con odios, con la familia rota o alguna de esas maravillas de la vida, se lleven un buen puñado de pañuelos porque de entrada, comenzamos con divorcio por adulterio (¡en la madre!)

Acá les va la personal. Hace un par de semanas platicaba con un carnal de la chamba, respecto a un tiro casado contra mi jefe, pues ocurre que yo fui un caso de rencores acumulados, mismos que no pienso describir en estas líneas, pues es muy mi pedo y ya fue la onda con el viejo. La cosa es que le platiqué a mi carnal que por ahí andaba un encabronamiento de los chidos porque mi jefe andaba con ondas andropáusicas (nada recomendable para hijos intolerantes) y que andaba de manchadito con su servilleta. Este carnal, como buen conversador, tuvo el enorme detalle de escucharme hasta soltar toda la furia, para luego contarme ondas de su vida, que mucho menos les pienso contar a ustedes por respeto a la confidencialidad de este canijo, ondas como que en algún lugar de un gran país escuchó que a los padres no se les juzga, simón, suena trillado, lo sé, pero hay que poner atención a estas palabras, y no es que hayan sido chidos o muy lacras nuestros jefes, la cosa es que, de entrada nos dieron la vida, detalle mínimo por el cual ya les debemos un respeto; banda: los viejos llegaron antes que uno y se las saben todas.

Que el carácter deformado por los años, que el estrés del día a día, que la chamba no anda bien, que este mundo ha cambiado bastante, eso es lo de menos, con este carnal entendí muchas cosas días después, durante la presentación de un libro acerca de la manera como encaran la viejitud las mujeres, yo le entré al terreno de los hombres, también, pues debe ser bastante cabrón darse cuenta que la piel ya no es la misma, que la soledad es grande y que los niños ya son adultos y se están volviendo, más que autónomos, unos cabrones (eso lo digo por mí) Imaginen darnos cuenta que la fuerza se nos marcha de las manos, que las enfermedades ya nos pegan más gacho, que lo que antes fue una ligera resaca, ahora parece asesinato imprudencial, por describirlo de una forma leve. La neta está complicado entender lo que no hemos pasado, por eso es mejor llevar la fiesta en paz con los jefes, sin juicios. Pienso.

Sin más choro, láncense a ver El juez y llévense sus pañuelitos de bolsillo, porque va a estar ruda la llovizna adentro de la sala. Ahí me cuentan.


 

 

 

 

Por Diablo Leal: @SLDiHablo

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