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#AhoraSuena:

Quizá a muchos de nosotros nos produzca una noble gracia la expresión semi-enojada que se adivina en su rostro chapeado, aún más cuando observamos su cabello; ese copete que ha sido alegremente comparado con las vetas de un queso Oaxaca o un peluquín de circo. Confieso que a mí también me daba risa verlo “parar trompa” inmediatamente después de declarar su you´re fired, en el programa de TV The Aprenttice, donde dejaba claro su dominio del mundo de los negocios y su ojo empresarial. Sin embargo, algo en su tono me advertía que también quedaba de manifiesto su enorme intolerancia y su gigantesco sentido de superioridad.

A todo esto, ¿quién es Donald Trump? Su vinculación con la popularidad fue, ciertamente, meteórica. Ya sea gracias a su famosa hija o a su mencionado programa de TV, el gringo del momento también fue noticia cuando González Iñárritu ganó el Óscar de la Academia, un año después de que otro mexicano (Alfonso Cuarón) hiciera lo propio. En esa ocasión, Trump no aguantó más y criticó a la misma Academia –como se sabe, Hollywood ha sido uno de los principales bastiones pro-yanqui a lo largo de la historia- por entregar el premio durante dos años seguidos a dos mexicanos, en una ceremonia donde la presencia azteca había sido extremadamente breve.

Las últimas semanas, en cambio, la percepción y los alcances de Trump han dado un giro dramático; el ahora personaje más nefasto, ojete y peligroso de nuestro vecino del norte, ha dado de qué hablar a raíz de sus propuestas anti-inmigratorias para convertirse en candidato a la presidencia de su país, además de haber echado feamente de una conferencia a Jorge Ramos, periodista mexicano radicado en el gabacho. Estos hechos, ya de por sí cargados de una morbosidad digna de la política internacional que enmaraña las relaciones entre ambos países, no dan cuenta sin embargo del inmenso peligro que se deja asomar en la idea misma de que Trump llegue a la Casa Blanca (la de Washington, claro). El peligro inmediato que se vislumbra es lo que para muchos mexicanos ha sido una dura realidad durante mucho tiempo: muchos gringos piensan como él. Sí, el país que abandera la libertad y la igualdad en su discurso internacional lleva muchos años mostrando una cara ante las cámaras y otra ante los inmigrantes que dejan todo para pisar suelo norteamericano y poder disfrutar quizá, el mentado sueño americano. El sueño americano se ha convertido en pesadilla para muchos latinoamericanos que han sufrido el maltrato inmisericorde de parte de ya no solo la política de inmigración, sino del mismo pueblo estadounidense.

La actitud de Trump, seamos justos, parece sin embargo, entendible. El señor está muy acostumbrado a no conocer su entorno. Cosa grave, si recordamos que se trata de un empresario de cierto éxito, pues un comerciante que no sabe dónde está parado, está destinado a no ver cuando la competencia se asienta a unos metros de su negocio. Al cachetón Trump no se le ha ocurrido saber la nacionalidad de todos sus empleados, ni el origen de las personas que sintonizan sus programas, o que compran sus productos. Para él, lo único importante es que gente “de otro barrio” no se aparezca en las posadas de su calle, y menos aún, que esta gente parezca pasar un buen rato. Quiere saborear el folckore latino pero no quiere estrechar la mano morena que lo hace posible; quiere que los hispano-hablantes le den su dinero pero les grita en la cara que son criminales.

Su discurso político, me parece, caerá más pronto que tarde, pues estoy seguro que hay otros muchos empresarios y políticos gringos que han entendido lo que él no: los inmigrantes sostienen su caro nivel de vida. Sin embargo, el peligro que subyace en las declaraciones de Trump dejan un mensaje claro: está bien odiar al inmigrante. Estados Unidos, al ser también un país de modas de percepción en lo político, en lo social, en lo económico, recibirá ese mensaje y lo trasladará a todos los rincones de su territorio. Es un mensaje de odio hacia lo latino, un insulto histórico que contradice al mismo dólar que compró la cuna donde aprendió a peinarse su quesito Oaxaca. Es un peligro para todos los inmigrantes que han sangrado para poder hacerse de unos billetes verdes.

Y sin embargo, la trompa parada de Trump me sigue ocasionando una noble risa, pues en tiempos de peligro, el burlarse del opresor es un acto revolucionario.


 por Carlos Freeman: @caufree
(Un Hombre Libre)


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