Hoy te fuiste. Te llevaste el sol y la brisa que acaricia la calma de las ramas cúspides de aquellos árboles que juntos observamos, que juntos estudiamos. Hoy son sombras discretas sin tu concurso. Las hojas de los árboles, cual cómplices de esta pena, abandonan sus nichos en consonancia con la depresión que invade a los árboles grises. Las calles son otro tema; son diferentes ahora que te has ido, aunque no se sienten necesariamente vacías, sino profundamente tristes, apáticas y melancólicas, llenas de gente y de autos. Pienso, ¿a dónde se dirigen?, ¿por qué no comprenden que todo es vano, que todo ha terminado?, ¿por qué no cesan su andar y agachan la mirada derrotada, aceptando que todo está perdido?, ¿cuál es su afán de dirigirse a un lugar (el que sea), y por qué demonios no se sientan conmigo a contemplar la caída de las hojas?
Una vez que caen, marchitas, me complace pisarlas y escuchar el crujido de sus cuerpos al triturarse. El crujido de las hojas me habla de tus besos tronados y de lo preocupante de su desaparición. Esta desaparición desespera a mi espera, y solo consigo pisar más hojas para esconder los recuerdos que se arremolinan en mi cabeza. Mi cabeza es también otro asunto: no se acostumbra a la falta de tu cuerpo junto al mío; no se acomoda en la cama sin ese bulto bendito que descansaba tranquilo y apacible en las noches de frío; juguetón e inquieto en las noches calurosas.
Los muelles de este amor fueron invadidos por la marcha irrenunciable de un desgaste que nunca entendí. Quizá sería justo decir que la pena tarda en llegar, pues la casa aún huele a tu humor cínico y concreto, mientras la cocina extraña el arte de tus manos, siempre salvaje pero certero; a veces fino y delicado, hoy parte de un vacío que no cesa de manifestarse.
Contemplo las olas de frío sin cobijo alguno, seguro que la razón te empujará de nuevo a unos brazos que te añoran, pero no seguro de tu orgullo, que te empuja cada vez más lejos de mí.
La visión cambia a cada vuelta de una marea que advierte tormenta, y yo permanezco desnudo en la lluvia de Octubre.
por Carlos Freeman: @caufree
(Un Hombre Libre)