Ya lo anunciaba Radio Kaos; nos gusta el desmadre, nos gusta caminar juntos y alzar nuestros puños casi a la altura de nuestra voz. Caminando hacemos eco con nuestros pasos, golpeando las calles y las memorias bajo una y mil consignas, muchas de ellas contradictorias, algunas verdaderamente incomprensibles.
Sin embargo, nos movemos, nos organizamos y marchamos juntos. Asumimos nuestras botas negras como una piel lista para el maltrato del asfalto, las hacemos sonar contra un gobierno que nos lastima al perpetuar la mentira como forma inequívoca de su quehacer político. En nuestras suelas ha quedado impreso el código post-mortem de los millones de desaparecidos del sistema, al fin y al cabo marchamos en un país donde el gobierno siembra cuerpos y espera cosechar obediencia.
Marcamos el paso en una guerra que llevamos en nuestro interior, en nuestro exterior, a flor de piel. Mientras nuestros amigos de la infancia mueren sin entender que su único crimen fue haber sido jóvenes y rebeldes, jóvenes e idealistas, jóvenes y estudiantes. Todos juntos cantaron su canción; marchaban para engrosar los nuevos ejércitos de gente pensante. Felices iban, pues por fin existían ejércitos de gente que cuestionaba al gobierno que los convocaba, que los esperaba, para quienes eran necesarios.
“Quise morirme, oí en el radio, la guerra comenzó”.Nace así un nuevo horizonte en un México golpeado. Un alba roja de sangre y muerte para que nuestras pesadas y mojadas botas negras se bañen con los rayos de un nuevo sol límpido. Nuestra consciencia rockera nos exige seguir marchando, pero ahora más que nunca, bajo un nuevo manto de organización. ¿Se puede ser rockero y organizado al mismo tiempo?, ¿podemos ser rebeldes desde nuestros propios límites? La sociedad se ha sobrepasado de muchas maneras, y hoy pueden compartir la mesa y la cerveza el gay con el punk, el mocho con el rastafari, las feministas con los duros intelectuales. Quizá estamos ya preparados para convertirnos en las verdaderas semillas (florecitas rockeras) que nuestro país necesita.
Marchemos pues, alcemos el puño y levantemos juntos nuestras voces. Si el gobierno apagó 43 luces, encendamos 43 millones. Porque nunca se sabe, ni nunca se imagina: el gobierno sembró cadáveres, pero los frutos pueden tomarlos por sorpresa.
Marchemos; no nos callemos nunca.
por Carlos Freeman: @caufree
(Un Hombre Libre)