¡No mames!
Entonces, planteemos el asunto de la siguiente manera, nos gustan las historias de misterio y las tramas complicadas, por supuesto, los locos, las locas y los genios asesinos que no dejan rastro. Definitivamente somos fanáticos de los narradores excéntricos y de los escritores creativos, pero insisto, ¡no mames!, yo estaba seguro que había límites, y justo cuando pensaba que todo estaba filmado en cuanto a la materia se refiere, aparece David Fincher con el thriller Gone Girl (perdida), adaptación de la novela de Gillian Flynn, y nos avienta todas las neuronas a licuadora
A muy altas horas de la madrugada sigo dándole vueltas al asunto, y seguramente me caerán las pistas hasta dentro de unos dos o tres días, pero justo ahí está lo sabroso, a la hora de pensarle, en la chinga que sugiere descifrar el misterio. Bien sabido es que a Fincher le fascina el juego de la cronología dispersa y de los puntos de partida regados por toda la trama, pero en este filme se luce con un sofisticado y exquisito desempeño narrativo al hilvanar un montón de historias dentro de la misma historia, en todos los sentidos y, además, aderezar con las distintas versiones de cada una de las historias, y la perspectiva de cada uno de los personajes, y la confianza rota, y los vínculos desvinculados, y demás yerbas. ¡Qué desmadre! La verdad que no se cuenta, y el cuento que se hace verdad, y entonces ¿dónde comenzó la historia?, ¿dónde quedó lo que detona la histeria?, ¿qué tanto de cierto tiene el amor?, y ¿qué tanto de amor tiene lo cierto?, ¿cómo comenzamos y cómo llegamos hasta aquí?
¿Qué nos hemos hecho el uno al otro?, preguntas básicas en un momento de las relaciones amorosas, o mejor aún, ¿qué vamos a hacernos?, simple y sencillo de responder cuando no se es un Ben Affleck escritor de buen tino y seductor sofisticado, trepador o inocente, aspirante a los favores de una fantástica Rosamund Pike de lo más chula y elegante, inteligente, culta y muy de mundo, con una ligera dosis de histeria y de fascinación por la estrategia milimétrica para inculpar o asesinar. ¡Ah, verdad…!
¿Quién dijo que el matrimonio es una bendición o que el amor es fácil?, hace no mucho recomendaba una revista electrónica (muy chida, por cierto), fugarse con una suertuda (o suertudo según sea el caso), de la fiesta o del bar, y perderse en un paseo por la ciudad o en un lugar específico que sirviera como escenario para un flirteo poco menos cotidiano y sembrar una experiencia que genere vínculos inolvidables, pero luego de mirar este largometraje lo pensaría más de tres veces, la neta. Tan mansita que se veía la nena y mira nomás qué picosito le ha quedado el mole, dicen por ahí
Pero pos bueno, esta vez no tengo más palabras para seguir explicando de qué viene el rollo, no traigo empatías ni enredos, suficiente tendrán ya con intentar resolver el caso o, en su defecto, con clavar la cabeza en una licuadora de imágenes y letras, de historias y de más historias al derecho, al revés, por arriba y por abajo, con novelas y cuentos clavados dentro del contexto; yo no me sigo con más choros ni mareos, la neta, mejor dense este thriller y luego nos echamos un cotorro para atar los cabos. Y miren que hay bastante de tarea
…¡Ah!, y no se me olvide rolarles un dato, pandilla: ¡aguas con la infidelidad y con los tamales de chivo, hacer enfadar a la pareja está de pensarse, se les puede poner bastante complicada la cuestión… Por ahora, ¡no más verbo, he dicho!
Por Diablo Leal: @SLDiHablo