La libertad, cuando empieza a echar raíces, es una planta de rápido crecimiento.
– George Washington
Por supuesto, lo primero es llegar a la brava decisión de abandonar el nido paterno para probar las alas propias, decisión que ya de por sí, contiene una alta dosis de valentía y estoica resolución. Por las épocas en que la decisión empieza a tomar forma en la mente y en la cartera del individuo, todo es felicidad. Incluso, es común alardear alegremente de la inminente libertad que ya se saborea: “es que, como ya voy a vivir solo…”. Todo es dicha en la época de los preparativos.
El día de la emancipación, por fin, ha llegado. Amigos, hermanos, primos suelen acudir para ayudar a cargar las pocas pertenencias que serán el escenario de este nuevo comienzo. Las pertenencias oficiales como la cama, un mueble de ropa, el escritorio de la compu, se acompañan con otro tipo de muebles de segunda categoría que servirán “mientras” el individuo puede hacerse de más cosas, así, viajan también huacales (todos tuvimos uno en nuestro primer depa), troncos gruesos de árbol, muebles viejos de la abuelita que nadie nunca usaba en casa y algunas playeras viejas que serán los primeros trapos de cocina. Después, seguramente, habrá oportunidad de reemplazar todo. Tras acomodar el reducido mobiliario en el primer refugio como criatura libre y soberana, es ahora sí, oficial: el individuo vive solo y el mundo es un lugar mejor. Por supuesto, el suceso debe celebrarse, precisamente con estos amigos, hermanos, primos, y las caguamas fluyen al mismo ritmo de las risas.
Los problemas se presentan al siguiente día de la alegre celebración; el individuo se percata de que no posee una escoba, ni un recogedor, mucho menos un bote para la basura. Todos esos instrumentos que siempre estuvieron ahí, pero que nunca se había formado la cabal conciencia de su importancia. En caso de contar con un refrigerador en este primer refugio de libertad, es también un shock el descubrir que se le tiene que meter comida y no sólo cervezas. El individuo entonces, hace los ajustes necesarios al presupuesto y realiza por primera vez en su vida las compras desde una perspectiva diferente: existe un solo presupuesto a la quincena, y este no debe ser rebasado.
Entonces la escoba es re-descubierta por el individuo; nunca más volverá a barrer de la misma forma como lo hizo durante todos sus años como hijo de familia, cuando muy probablemente lo llegó a hacer bajo las irrenunciables órdenes de los padres. No señor, ahora el individuo barrerá con la contundente intención de mantener su hogar limpio, y ese cambio, esa pequeña variación en la intención en el acto de barrer, contiene la esencia misma del arte de vivir solo: ahora todo lo que el individuo haga, lo hará para si mismo, y sus tareas no tendrán otro juez más que él mismo. Ese momento es cuando se separan los verdaderos individuos merecedores de su libertad, de aquellos cuya actitud ante esta nueva condición de vida, les orilla a regresar al seno paterno. Los primeros nunca más lo harán, aferrándose a su sueño de libertad y soberanía, aún cuando pasen los meses y el huacal siga siendo uno de los muebles fundamentales en su hogar, el viejo tronco siga siendo la base de su comedor, la mesita de la abuelita permanezca como centro de mesa y se siga reconociendo el dibujo de las viejas playeras en los trapos de cocina. Nada de eso importará, pues el individuo habrá ya evolucionado hacia una etapa posterior en su desarrollo como persona: ahora sabrá los trucos de la escoba, y entenderá que existen rolas que fomentan y facilitan su uso. Dependerá del individuo si estas rolas son de Iron Maiden o de Lucerito.
por Carlos Freeman: @caufree
(Un Hombre Libre)